Empecé a estudiar música a los ocho años gracias al abuelo de una amiga, Juan Martín, que nos enseñó a tocar el acordeón y desarrolló más de lo que imaginábamos nuestro oído musical en lectura y comprensión melódico-armónica. Después me enganché a la flauta travesera en las clases de la Escuela de música de Tordesillas con la magia de José Luís Diéguez que convertía las horas en minutos.
Allí también toqué durante unos años en la Banda de música donde aprendí que reír y soplar al mismo tiempo, era posible. Me licencié en Historia y ciencias de la música en la Universidad de Valladolid después de haber pasado por un primer ciclo apasionante de Historia del arte.
Al mismo tiempo finalicé mis estudios profesionales de flauta travesera en el Conservatorio de Valladolid y posteriormente en el Conservatorio superior de música de Salamanca. Años inolvidables de kilómetros, esfuerzo y compañeros irrepetibles.
En 2000 me trasladé a Barcelona para seguir estudiando flauta con Magdalena Martínez y música de cámara con Ángel Soler.
De estos dos maestros aprendí mucho, pero sobre todo comprobé, que la interpretación de una partitura va más allá del trabajo y el talento: conseguir expresar y modular las emociones que te transmite una obra, necesita mucho más que la propia voluntad.
Tan acostumbrada estaba a ligar la práctica y la teoría de la música que, sin pensármelo mucho, empecé a estudiar el doctorado en Historia, teoría y crítica de las artes en la Universidad de Barcelona en septiembre de 2001 y lo completé con un periodo como investigadora invitada en el Institute of Musical Research de la London University. Tardé, pero lo conseguí, y en diciembre de 2013 defendí mi tesis doctoral y cerré oficialmente mi etapa como estudiante. Aunque, en realidad, no he dejado de formarme desde entonces.
En el terreno profesional empecé con 21 años a dar clase de flauta y de lenguaje musical. La docencia me enamoró desde el primer momento y de forma autodidacta fui creando mi propia manera de enseñar: leyendo todo lo que me caía en las manos, asistiendo a muchos cursos, congresos, conferencias y haciendo mío un lema de Trevor Wye “tiempo, paciencia y trabajo inteligente”.
Sofía Martínez Villar